EL ÚLTIMO UNICORNIO Y EL FANTASMA DEL CEMENTERIO
Hace miles de años… en un antiguo cementerio indio, donde los árboles susurraban secretos al viento y las sombras danzaban bajo la luz de la luna, vivía el último unicornio. Su nombre era Lumina, y su mágico cuerno brillaba como un faro en la oscuridad. Aunque era el único de su especie, Lumina no se sentía solo; tenía amigos en el bosque, pero a menudo escuchaba historias sobre un misterioso fantasma que rondaba el cementerio.
Una noche, mientras Lumina pastaba entre las flores nocturnas, escuchó un susurro que lo llamaba. Era una voz suave y melancólica que lo invitaba a explorar el cementerio. Sin dudarlo, Lumina siguió el sonido, guiado por la curiosidad.
Al adentrarse entre las tumbas antiguas, se encontró con un espectro tenue, envuelto en una niebla suave y brillante. Era el fantasma de una niña que había vivido hace mucho tiempo. Su mirada era triste, pero sus ojos destilaban un deseo de compañía.
—Hola, unicornio —dijo el fantasma—. Soy Asha. Estoy atrapada aquí porque busco algo muy especial. Una sortija mágica que me permitirá saltar muy alto y escapar de este lugar.
Lumina, conmovido por la historia de Asha, decidió ayudarla. Juntos comenzaron a explorar el cementerio, iluminando su camino con el brillo del cuerno de Lumina. En cada tumba y esquina, buscaban la sortija, compartiendo risas y contando historias sobre la vida y la magia. Sin embargo, el tiempo se deslizaba como arena entre los dedos, y Asha parecía desvanecerse más con cada risa.
Finalmente, encontraron la sortija en una pequeña caja de madera, escondida entre las raíces de un viejo árbol. Brillaba intensamente, y Asha, con manos temblorosas, la tomó. En ese instante, una ola de alegría envolvió el lugar.
—Gracias, Lumina —dijo Asha, con una sonrisa que iluminó su rostro—. Ahora podré saltar hacia la libertad.
Justo cuando Asha se preparaba para usar la sortija, un viento helado recorrió el cementerio, trayendo consigo la luz del amanecer. Era el final de la noche, y el mundo real comenzaba a despertar.
—Debo irme —susurró Asha, mientras su figura empezaba a desvanecerse en la neblina—. Pero siempre recordaré nuestra amistad.
Y así, en lo más bonito del sueño, cuando Lumina estaba a punto de ver a Asha saltar hacia la libertad, vino el día y los despertó.
Lumina, aunque triste por la partida de su nueva amiga, comprendió que la magia de la amistad siempre permanecería en su corazón, y que el cementerio, una vez oscuro y solitario, ahora tenía una luz especial. Desde entonces, cada vez que la luna brillaba con fuerza, Lumina sabía que Asha estaba allí, saltando alto entre las estrellas.
Profe Paco
EL HUEVO MÁGICO Y EL VAMPIRO DEL MAR
En un futuro no muy lejano cuentan que un pueblecito junto al mar, llamado Marhaven, había sido escenario de sucesos extraños. Las noches eran más oscuras, las olas del océano parecían susurrar secretos y, de vez en cuando, se podía ver una figura misteriosa merodeando por las calles desiertas. Nadie sabía que un extraterrestre llamado Kael había llegado a Marhaven con una misión: encontrar un huevo mágico que le otorgaría poderes inimaginables.
Kael tenía apariencia humana, pero sus ojos brillaban con un destello azul. Se había ocultado entre los habitantes del pueblo, aprendiendo sus costumbres y ganándose su confianza. Sin embargo, había un peligro acechante que no había previsto: un vampiro antiguo, conocido como Draven, que se alimentaba del miedo de los jóvenes. Draven había fijado su atención en Kael, atraído por la energía única que emitía.
Una noche, mientras Kael caminaba por la playa buscando pistas sobre el huevo mágico, escuchó un susurro en el viento. Era una voz seductora que lo llamaba desde la oscuridad de los acantilados. Ignorando su instinto, se acercó. Al asomarse al borde, se encontró cara a cara con Draven, quien lo observaba con ojos hambrientos y una sonrisa que enviaba escalofríos por su espalda.
—He estado esperando este momento —dijo el vampiro, su voz resonando como un eco en la noche—. Sé que posees algo especial. Esa energía que emanas me llama.
Kael, sintiendo que su vida estaba en peligro, tomó una decisión. En su interior sabía que tenía que abandonar Marhaven antes de que Draven lo atrapara. Recordó el huevo mágico, escondido en su refugio, y se dio cuenta de que era su única esperanza. El huevo, que contenía el poder de la luz, podía protegerlo de la oscuridad.
Corriendo hacia su escondite, Kael llegó justo a tiempo para encontrar el huevo brillando intensamente. Pero el tiempo se le estaba acabando. El vampiro lo había seguido, y ya estaba cerca, su sombra proyectándose como una nube oscura sobre la arena.
—No puedes escapar de mí, pequeño alienígena —susurró Draven, acercándose lentamente. Su mirada estaba llena de avaricia.
Kael, con el corazón latiendo con fuerza, alzó el huevo mágico. Un resplandor intenso llenó el aire, empujando a Draven hacia atrás. La luz era pura y brillante, y durante un instante, el vampiro vaciló. Kael sintió que la energía del huevo comenzaba a fluir a través de él, dándole fuerza.
Pero la luz era también un llamado a la libertad, y mientras Kael concentraba su poder, sintió que el tiempo se distorsionaba. El universo se abría ante él, ofreciendo un camino de escape. Con una última mirada al pueblo que había aprendido a amar, Kael se despidió y se lanzó hacia la luz, dejando atrás a Draven, quien gritaba de rabia.
Y así, cuando estaban en lo más bonito del sueño, mientras el resplandor del huevo lo rodeaba y los ecos del mar se desvanecían en el aire, vino el día y los despertó. Kael se encontró a sí mismo en un mundo nuevo, lejos de Marhaven y del vampiro que había querido atraparlo. Aunque el pueblo quedó atrás, su recuerdo y la fuerza del huevo mágico lo acompañarían en cada aventura futura.
Profe Paco
EL RELOJ Y LA MUJER LOBA
Esta era una vez que había una niña llamada Amelia que vivía en un tranquilo barrio de su ciudad. Amelia no era una niña común; tenía un dragón volador llamado Birdenthal, un compañero fiel que la acompañaba en sus aventuras por los cielos. Juntos exploraban cada rincón, desde las azoteas de los edificios hasta los parques ocultos entre las calles. Pero en su ciudad, había un oscuro secreto que acechaba en la noche.
Una tarde, mientras el sol se ocultaba detrás de los edificios y la niebla comenzaba a descender, Amelia escuchó susurros inquietantes que se deslizaban entre las sombras. Los adultos del barrio hablaban a sus espaldas sobre una mujer loba, una criatura que se decía que merodeaba por las calles al caer la noche. Se rumoreaba que, con su mirada penetrante y su risa escalofriante, se alimentaba del miedo de los niños. Amelia, aunque temerosa, era valiente y no podía permitir que el miedo la dominara.
Esa noche, mientras las estrellas titilaban en el cielo, Amelia y Birdenthal decidieron investigar. Volaron sobre el barrio, observando desde las alturas, hasta que se toparon con una casa vieja y abandonada. Allí, la mujer loba había sido vista por última vez. El aire era denso y cargado de tensión, y una sensación de inquietud se apoderó de ellos.
Amelia notó que algo brillaba entre los escombros de la casa. Se acercaron y descubrieron un antiguo reloj cubierto de polvo, con un diseño intrincado que parecía casi mágico. Atraída por su belleza, Amelia lo levantó. Cuando lo hizo, una oleada de energía recorrió su cuerpo, y el tiempo pareció detenerse por un instante. Ella sonrió, sintiéndose poderosa. Pero justo entonces, un aullido desgarrador resonó en la oscuridad.
La mujer loba apareció, sus ojos amarillos brillaban como dos faros en la noche. Su risa, un eco de locura, retumbó en el aire, llenando a Amelia de un miedo paralizante.
—¿Crees que un juguete como ese te salvará? —preguntó la mujer loba, acercándose lentamente. Su figura era imponente, con colmillos afilados que reflejaban la luz de la luna.
Amelia, temblando de miedo, apretó el reloj en su mano. Su instinto le decía que debía usarlo, que el poder que contenía era la única esperanza. Sin pensarlo dos veces, giró la manecilla del reloj, y el tiempo se detuvo.
Las sombras se congelaron, y la mujer loba quedó atrapada en su avance, con una expresión de rabia y sorpresa. Amelia sintió un alivio momentáneo, pero sabía que no podía permanecer en esa burbuja de tiempo para siempre.
—¡Birdenthal! —gritó, y su dragón descendió con rapidez. Juntos, intentaron escapar de la casa, pero la mujer loba no estaba dispuesta a rendirse. Con un movimiento rápido, logró romper el hechizo del reloj, y el tiempo comenzó a fluir de nuevo.
La mujer loba lanzó un grito de furia, su cuerpo se transformó en una sombra voraz. Amelia y Birdenthal intentaron volar, pero la mujer loba se abalanzó sobre ellos. En un instante, sintieron el rasguño de sus garras, y el cielo se tornó rojo como si el mismo aire estuviera manchado de sangre.
Amelia, aún aferrada al reloj, sintió el frío de la muerte en su piel. La mujer loba se detuvo un momento, mirando a Amelia con una mezcla de triunfo y hambre. En un último acto de valentía, la niña giró el reloj una vez más. Esta vez, en lugar de amplificar el miedo, una luz brillante emergió del reloj, envolviendo a la mujer loba en un resplandor cegador.
La criatura, desorientada, retrocedió, y con cada segundo que pasaba, su forma se desvanecía en el aire. La luz se expandió, liberando el miedo acumulado en el barrio y devolviendo la calma a la noche. Amelia sintió que su corazón se llenaba de esperanza y fuerza. Con Birdenthal a su lado, se elevaron en el cielo estrellado, donde el eco de la risa de la mujer loba se desvanecía, reemplazado por un silencio reconfortante.
Desde ese día, el reloj se convirtió en un símbolo de valentía y amistad, recordándole a todos en el barrio que la luz siempre puede vencer a la oscuridad. Amelia y Birdenthal regresaron a casa, sabiendo que juntos podrían enfrentar cualquier desafío que el futuro les deparara.
Profe Paco
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